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Don’t hate on the love – Z de Zátopek (la locomotora humana)

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“De esta manera la salud de la sociedad depende tanto
de la independencia de los individuos que la componen
como de su cohesión política”.
Albert Einstein

I.

En una sociedad altamente competitiva y obsesionada con los logros, me parece que también existe algo a lo que llamo “el fantasma del éxito”, es decir, el miedo a que sin importar qué tantos logros acumulemos es probable que terminemos solos e infelices. Un ejemplo de esto es el clásico personaje del “pobre niño rico” quien a pesar de aparentemente tener todo lo que quiere debe enfrentar que también tiene un vacío existencial que parece no poder llenar.

Me inclino a pensar que el vacío de nuestras vidas “exitosas” no tiene que ver con el éxito per se, sino con el hecho de que no lo compartimos con nadie.

Dicho escenario desencadena una serie de preguntas: ¿Realmente el éxito tiene la culpa de nuestra soledad, vacío o falta de satisfacción? ¿No se supone que los logros que ambicionamos deberían de proporcionarnos gozo y sentido de propósito? ¿Entonces por qué con alguna frecuencia a pesar de que “todo va bien” nos sentimos “tan mal” como si algo siempre nos faltara? ¿Realmente estamos condenados a ser seres que se sienten incompletos o hay algo más detrás de esto?

Me inclino a pensar que el vacío de nuestras vidas “exitosas” no tiene que ver con el éxito per se, sino con el hecho de que no lo compartimos con nadie. La competitividad malentendida nos ha llevado a pensar que para ganar algo hay que quitárselo a otro o pasar por encima de él y que uno sólo gana con el propósito de beneficiarse a sí mismo. Sin embargo, podemos encontrar muchos ejemplos de cómo compartir la dicha pareciera multiplicarla, incluso frente al infortunio.

II.

“La amistad no es algo que aprendas en la escuela;
pero si no has aprendido el significado de la amistad,
en realidad no has aprendido nada”.
Muhammad Ali

Emile Zátopek pasó a la historia como un medallista olímpico; pero mucho antes que de que eso sucediera era un soldado cuya pasión por la carrera lo hacía recorrer caminos nevados durante el frío invierno checo añadiendo peso a sus botas. Además solía hacerlo de noche cuando sus obligaciones con la milicia lo ocupaban durante el día. Los cronistas de la época criticaban su forma diciendo que corría “como si su siguiente paso fuera a ser el último” y que era “el espectáculo más horrible desde Frankenstein”, pero eso no evitó que en 1951 rompiera el récord de velocidad en los 20 km, ni que el verano de 1952 coronara sus esfuerzos obteniendo el oro en los 5,000 y 10,000 metros además del maratón a pesar de ser la primera vez en su vida que corría uno. ¡Una hazaña que no se ha repetido desde entonces!

Sobra decir que para Clarke nunca hubo un “hombre más grande que Emil Zátopek”.

Además de romper récords y ganar medallas también ganó el afecto de muchos de sus competidores quienes en calidad de amigos lo visitaban en su casa de Praga; un ejemplo de esto fue Gordon Pirie quien declaró que era la casa más alegre en la que había estado. Y los primeros en felicitarlo y alzarlo en hombros cuando cruzó la meta del maratón en Helsinki fueron los velocistas jamaicanos. De hecho “algunas veces tenía tantos amigos en su habitación de hotel que tenía que ceder su cama y dormir afuera bajo un árbol”.

A pesar del afecto que le profesaban sus múltiples e internacionales amistades no todo fue miel sobre hojuelas para el corredor checo. En 1968 cuando el ejército rojo entró a Praga, Zátopek apoyó a Alexander Dubcek lo cual le valió la enemistad del régimen comunista y lo obligó a tomar trabajo como conserje en las minas de uranio. Sin embargo, aun cuando enfrentaba estos oscuros momentos tuvo un gesto de cálida generosidad con Ron Clarke; quien durante su carrera como corredor rompió 19 récords pero nunca pudo ganar la prueba de los 10,000 metros. Así que tras haber pasado su última oportunidad de hacerlo en las olimpiadas de México, Clarke vio a Emil Zátopek introducir algo en su maleta y posteriormente recibió un abrazo del checo quien con una cálida sonrisa le dijo “porque te lo merecías”. Más tarde descubrió que el ex soldado había dejado su medalla de oro por los 10,000 metros en su maleta como un regalo. Sobra decir que para Clarke nunca hubo un “hombre más grande que Emil Zátopek” ya que “su entusiasmo, su amistad y su amor a la vida resplandecían en cada movimiento”.

Paréntesis:
(Al parecer para ganar maratones no se necesita atropellar a nadie
sino amar correr
y sobretodo, correr con amigos.

Don’t hate on the love,
amen y compartan.)


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